MIRADAS Y AZARES
Al hacer un retrato… no se trata de reproducir, con una precisión
matemática. las proporciones y las formas del individuo; además
y sobre todo, hay que captar y representar, justificándolas y
embelleciéndolas,…las intenciones de la naturaleza sobre este individuo.
Walter Benjamín / Sobre la fotografía
I
Volviendo a casa una de esas noches en que los servicios municipales recogen por los barrios muebles y trastos viejos, a pocos metros de mi portal alguien había depositado en el suelo el retrato enmarcado de una mujer que tenía el cristal roto y manchado de nicotina, como tras mucho tiempo de abandono. Quien decidió desprenderse de esa fotografía la podía haber dejado vuelta contra la pared, o tirada en un container que había cerca, pero si optó por dejarla bien a la vista y cuidadosamente apoyada contra la pared, como si desprenderse de ella le creara mala conciencia, fue porque tenía la esperanza de que alguien pasara, la viera, se apiadara y la rescatara del triste destino final al que la estaba condenando.
Aunque cuando miré al pasar me inquietó fugazmente su mirada, por momentos arrogante o desvalida, fue la clara contradicción de que esa foto de apariencia tan burguesa acabara en ese sitio y de esa manera la que puso en marcha el mecanismo de salvación, como en un romántico folletín: no pude evitar imaginar las circunstancias en que se habría hecho la foto, probablemente como regalo tras un baile de debutantes, para luego quedar colgada en el olvido de una pared, acumulando suciedad y viendo la vida pasar, y terminar en la calle porque quien la sentenció pensó que ni a los chamarileros podría interesar. Seguro que quien se deshizo de ella nunca supo que mucho tiempo atrás esa foto había salido del estudio Amer-Ventosa, el mas prestigioso de Madrid durante décadas y en activo desde 1947 hasta final de los años setenta, como podía leerse en la firma del ángulo inferior izquierdo y confirmaba un sello en la parte posterior de la fotografía.
En mi taller durmió el sueño de los justos un tiempo, olvidada contra la pared tras otros cuadros, hasta que reapareció cuando buscaba otra cosa. Y hallara o no lo que entonces buscaba, reencontrarme con su mirada y recordar el azar de aquella noche fue la chispa que puso en marcha la idea de esta exposición: me pareció que la expresión de aquel rostro, uno de tantos de los que aquellos días pasaron por el estudio de Amer y Ventosa, aportaba muchos datos sobre la persona e, incluso, como buen espejo del alma, ofrecía claves para disparar la imaginación sobre lo que habría sido su vida a partir de ese momento e, incluso, de qué manera los avatares habrían ido cambiando esa cara que entonces miraba al frente tan radiante y segura de gustar, como si esa fotografía condensara todos sus sueños y, además, fuera la única que habría de salvarse en un hipotético desastre natural que arrasara su mundo. Justo como el de aquella noche, que le permitió burlarse de su destino final y terminar reseñada en este catálogo como punto de partida de una exposición sobre el retrato fotográfico en la España de nuestros días.
II
La gran importancia y difusión que ha obtenido la fotografía en las últimas décadas respecto a las otras disciplinas artísticas ya consolidadas, hacía necesaria la recuperación y reivindicación de uno de los géneros que le dieron carta de naturaleza en sus orígenes y, antes de consideraciones artísticas, fue el motivo de su gran difusión y aceptación popular: el retrato.
En España, una vez perfeccionado y ampliamente difundido el invento, e institucionalizado ya el retrato como pieza artística, hubo que esperar al esfuerzo de las vanguardias para abrir nuevos caminos en las primeras décadas del siglo pasado. Pero tras el paréntesis de la guerra civil, la grisura de tan larga posguerra acabó afectando a la manera de abordar el retrato, transido del convencionalismo y postizo artificio de aquellos años, y la renovación tuvo que llegar ya en la década de los 50 de la mano de las incipientes revistas de moda, que fueron fundamentales en la creación y definición de tendencias y la educación del gusto, porque implicaron a los fotógrafos de retratos en nuevos desafíos formales que acabaron dando otro aire al género. Esa directa implicación en la renovación formal del retrato ayudó a que algunos creadores se esforzaran en perfilar nuevas formas de mirar y de entender el mundo en general, y el que es cada persona en particular.
Con la revolución de los mass-media en la segunda mitad del siglo, la omnipresencia de la fotografía fue decisiva en la difusión de tendencias estilísticas y corrientes estéticas, y el retrato adquirió una amplitud de miras inusitada hasta entonces, que luego la revolución electrónica de las últimas décadas ha multiplicado en intensidad hasta el delirio .
III
Al abordar el contenido de “Espejos del alma”, y una vez descartada por razones prácticas una exhaustiva nómina de fotógrafos, he hecho una selección basada únicamente en mi criterio y conocimientos, de tal modo que los fotógrafos que están presentes en la exposición lo están, al margen de su importancia, porque su trabajo ha ejercido sobre mi un gran poder de fascinación, ya se trate de figuras consagradas como Cristina García Rodero, Colita, Alberto García-Alix o Carlos Pérez Siquier o, en el otro extremo, de fotógrafos que tímidamente y a duras penas van dando a conocer lo mejor de su trabajo, como Andrea Santolaya, Luis Jurado o Sandra Vila.
Deliberadamente he huido, por tanto, de hacer una selección con garantías, contando con todos los fotógrafos que trabajan con galerías de arte o están presentes en exposiciones institucionales, que hubiera sido lo más ortodoxo, y obviamente más cómodo, y además hubiese blindado el elenco para la posteridad. Por el contrario, he seleccionado a un amplio grupo de fotógrafos que a mi entender han destacado por su creatividad y buen hacer en las últimas décadas, y que creo dan una contundente y actual visión de conjunto del retrato español, mostrando un amplio espectro de opciones tanto formales como generacionales.
También, deliberadamente, opté porque mis labores de comisario terminaran ahí, en la selección de participantes, dejando la decisión final en manos de cada fotógrafo, para que cada uno de ellos eligiera el retrato que más y mejor les representase de todos cuantos hubieran hecho, justo el que más se ajustara al espejo del alma del enunciado. Y, con alguna excepción, así ha sido.
Esa libertad de elección ha tenido consecuencias sorprendentes, dando a la selección final un aire imprevisto, porque de haber elegido yo cada uno de los retratos no me hubiera permitido la licencia de contar con algunas fotografías que literalmente contravienen el planteamiento inicial, como el “Antinoo del Museo del Prado” de Carlos Serrano, o la doble imagen de José Ramón Danvila que presenta Marisa González, obras ambas en los extremos del concepto mismo de retrato.
Aunque son posibles múltiples selecciones, y muy distintas todas, para enfocar una exposición de estas características, creo que en esta colección de espejos del alma está condensada la esencia del retrato fotográfico que se ha realizado entre nosotros en las últimas décadas, porque si es evidente que no están todos los que son, si es muy cierto que son todos los que aquí están.
Pablo Sycet Torres
Comisario